viernes, 30 de diciembre de 2011

La revolución no será televisada

Ya que todo el mundo aprovecha esta época para repasar los mejores discos del año, y mi opinión no va a aportar nada al respecto, quiero dedicar las últimas palabras del año a los músicos que nos han dejado este año, especialmente a dos. Y como estoy hablando de música, que es lo único que de verdad permanece, esas dos personas son sin duda Bert Jansch y Gil Scott-Heron. Dos grandes cuyas muertes merecieron la atención medática y las muestras de admiración que otras mediocridades, mucho más banales pero mucho más populares, recibieron. Así que aprovecho la ocasión para recordarlos e intentar que más gente se acerque a su obra.

Gil Scott-Heron, que murió en mayo, es una de las figuras más importantes de la música negra y del uso de la música como arma de progreso social. Su mezcla de jazz, soul, funk y poesía dejaron, aparte de un puñado de discos estupendos y un himno inmortal (que aprovecho como título a esta entrada), la base sobre la que se basaría por completo una cosa que unos años más tarde llamarían hip-hop. Su último disco, publicado el año pasado y muy bien recibido, supuso el homenaje del mundo de la música que llevaba mucho tiempo mereciendo y una despedida más que notable a una gran carrera.




Bert Jansch, muerto en noviembre, es una de las grandes leyendas del folk británico. Su forma de tocar la guitarra acústica ha tenido una influencia enorme en toda una generación de músicos (entre sus admiradores están Nick Drake, Paul Simon, Jimmy Page o Neil Young, que le llegó a definir como "el Hendrix de la guitarra acústica" y como su músico favorito) y su trabajo en Pentangle supuso la base de todo el movimiento folk progresivo que hubo en Gran Bretaña en los 70, y del que bebe por ejemplo una banda (soberbia, por cierto) como Fleet Foxes. Su maravilloso disco de debut en solitario, grabado en la cocina de la casa de su productor con un micrófono y una guitarra, es una de las piedras angulares del folk moderno y de lo que un cantautor debe ser. Y uno de mis discos favoritos. Hasta siempre, genio.

lunes, 5 de diciembre de 2011

El túnel

The Tunnel Pt 1

The Tunnel Pt 2

The Tunnel Pt 3


El fragmento más estremecedor de los Sueños de Kurosawa. Como toda película episódica, tiene sus altibajos. Pero en este corte (y en el último, precioso cuento) el maestro toca el cielo.

jueves, 3 de noviembre de 2011

Nueva ola

Siempre se dice, y con mucha razón, que los dos mejores musicales que se han hecho nunca son El último vals y Stop Making Sense. La primera, dirigida por Scorsese y centrada en el concierto de despedida de The Band, es un precioso homenaje a una generación irrepetible de músicos celebrando el funeral de una cosa llamada rock, que desaparecería poco después devorada por la industria musical, la globalización y el consumismo. La segunda, de Jonathan Demme y con unos gloriosos Talking Heads como protagonistas, es la muestra perfecta de las posibilidades ilimitadas del pop como arte, y su capacidad para conseguir, en momentos muy señalados, magia:

sábado, 24 de septiembre de 2011

Adaptation

¿Hay alguna idea original en mi cabeza, en mi cabeza calva? Tal vez si fuera más feliz no se me caería el pelo. La vida son dos días, necesito vivirlos al máximo. Hoy es el primer día del resto de mi vida...soy un tópico ambulante.
Tengo que ir al médico a que me vea la pierna, tengo algo, un bulto. Lo voy dejando. Si no dejara las cosas de un día para otro sería más feliz. Me paso el día sin mover este culo de foca. Si no tuviera el culo tan gordo sería más feliz, no tendría que llevar siempre las camisas por fuera. Como si engañara a alguien. ¡Foca!

Debería empezar a correr otra vez, ocho kilómetros al día, pero hacerlo de verdad. O hacer escalada. Tengo que dar un giro a mi vida. ¿Qué tengo que hacer?. Tengo que enamorarme, tengo que echarme novia. Tengo que leer más, cultivarme. ¿Y si aprendiera ruso o, yo que sé, a tocar un instrumento?. Podría aprender chino. Sería el guionista que sabe chino, y toca el oboe. ¡Eso sería brutal! Voy a cortarme el pelo al uno, y así dejar de hacer creer a todos y a mi mismo que tengo una mata de pelo. Ser auténtico, una persona segura. ¿No es eso lo que atrae a las mujeres? Los hombres no tienen que ser atractivos...aunque eso no es verdad, sobre todo hoy en día. Hoy se les exige tanto a los hombres como a las mujeres.

¿Por qué debería creer que tengo que pedir perdón por existir? Quizás sea la química cerebral, quizás sea eso lo que me pasa, una alteración química. Todos mis problemas y mi ansiedad podrían deberse a un desequilibrio químico o a una serie de sinapsis defectuosas. Tengo que hacérmelo mirar. Pero seguiré siendo feo.

¿Qué hago yo aquí? ¿Cómo he llegado aquí?

sábado, 10 de septiembre de 2011

Alicia

Cupido salió a por cerveza y volvió con una botella de whisky barato envuelto en bolsa de papel marrón. Apuntó borracho con su arco al pianista y a la camarera y, sin querer, erró el blanco. Las cosas no salen siempre como deberían. Pero yo sigo aquí, esperándote hasta que la eternidad se acabe.


miércoles, 10 de agosto de 2011

Ojos verdes


Mi vida en verso...

miércoles, 13 de julio de 2011

No amarás

- Es curioso. No importa si has conocido muchas cosas o pocas, ni con cuántas mujeres has estado. Muy de vez en cuando, una de ellas se te mete dentro. Se te mete muy dentro.
- ¿Y qué vas a hacer?
- Bueno, supongo que cuando mueres, lo superas.


martes, 21 de junio de 2011

Endless Summer

Memorias de la infancia, de esos largos veranos sin nada que hacer, esos recuerdos en sepia bajo una luz cegadora. Nostalgia de una época desaparecida, de una felicidad irremplazable, de una vida que nunca llegó a ser real.
Christian Fennesz coge un puñado de ruidos digitales y los organiza para encontrar el camino al rincón del cerebro en que se guardan los recuerdos. Uno de los discos imprescindibles de la última década, que este año cumple su décimo aniversario. Y, desde luego, uno de los discos perfectos para dar la bienvenida al verano.


sábado, 21 de mayo de 2011

Soñadores

“Theo: Escucha Matthew...

Matthew: ¿Sí?

Theo: Tú eres un gran cinéfilo.

Matthew: Sí.

Theo: ¿Y por qué no ves a Mao cómo un gran director, haciendo una película con millones de actores, con sus miles de guardias rojos marchando juntos hacia el futuro con el pequeño libro rojo en la mano? Libros, no armas. Cultura, no violencia ¿No crees que sería una magnífica película épica?

Matthew: Supongo, pero… Es fácil decir “Libros, no armas”, y no es cierto. No son libros… Es Libro, un libro… Sólo es un libro.

Theo: ¡Cállate! Hablas igual que mi padre.

Matthew: ¡No, no! No, escúchame. Esos… Esos guardias rojos, a los que admiras, llevan todos el mismo libro, y cantan las mismas canciones y repiten como loros las mismas consignas. En esa gran película épica, todos ellos son extras. Da miedo. Me pone la piel de gallina. Siento decirlo, pero, para mí, hay una clara contradicción.

Theo: ¿Por qué?

Matthew: Porque si de verdad creyeras lo que estás diciendo, estarías fuera.

Theo: ¿Dónde?

Matthew: Ahí, en la calle.

Theo: No sé a qué te refieres.

Matthew: Sí, lo sabes. Está pasando algo, algo que podría significar algo importante, que podría hacer que las cosas cambien, incluso yo lo noto, pero no estás fuera. Estás dentro conmigo bebiendo vinos caros, hablando de cine, hablando de… maoísmo, ¿por qué?

Theo: Ya basta.

Matthew: No, dime por qué.

Theo: Basta.

Matthew: Pregúntate por qué. Porque no crees en ello de verdad. Te compras la lámpara y pegas los posters en la pared, pero no creo que…

Theo: Hablas demasiado..."


40 años después seguimos comprando la lámpara y pegando los pósters. Ahora toca ir a Sol a pasar el día. Hacerse fotos, participar en un taller, escribir una pancarta buenrollista. Un parque temático en nombre de la Revolución. Y después a cenar en el McDonalds (que esto de manifestarse da hambre) y a casa, que tenemos que subir las fotos a tuenti. Que todo el mundo nos vea cambiando las cosas y construyendo un mundo mejor. La revolución es una mujer a la que todo el mundo quiere abrazar. Uno no se liga a una modernita hablando bondades de John Ford. Hay que unirse al movimiento. Claro que todos estamos cabreados. Tenemos motivos de sobra. La clase política es deleznable. El capitalismo es un sistema podrido desde su propia definición. Claro que hay motivos para gritar. Y una vez que uno grita, es fácil que otro le siga. Y al poco tiempo, seremos muchos los que gritemos juntos. Y podremos formar un club. Reunirnos, gritar juntos, sentirnos orgullosos de nosotros mismos por gritar. Es una buena forma de matar el tiempo. Pero gritando no se cambia el mundo.

Mayo del ’68 explotó cuando a unos estudiantes se les prohibió entrar en una residencia femenina. Cada vez veo más paralelismos. Miro a mi alrededor y veo a los mismos protagonistas. Renegando del mundo desde sus residencias, sus pisos de estudiante. Lanzando adoquines entre vino y música. Gente ensimismada en su vida de comodidades protestando contra que el mundo que necesitan para seguir siendo lo que son. Las consignas cansadas de la izquierda indisoluble, paso a paso. Exactamente como la lucidez de Bertolucci describió.

El mundo no lo gobiernan los políticos. Lo gobierna el dinero. Las grandes corporaciones. El mundo del 2011 es similar al de 2000 o 2006. El sistema es el mismo. Lo único que ha cambiado es la coyuntura económica. Ahora hay poco dinero, y la gente ladra. Cuando lo había nadie protestaba. Vivíamos en la misma podredumbre pero la consentíamos, porque nos permitía vivir como reyes. Ahora no podemos y gritamos. Mañana la economía se recuperara y volveremos a callar, por si acaso. El mundo se cambia entendiendo lo que de verdad significan las palabras justicia, democracia, libertad, dignidad, humanidad, no mentándolas sin parar. Actuando como revolucionarios, no jugando a serlo. El mundo se cambia de forma individual. Pero esa es una pelea invisible. Y a nadie le gusta ser diferente. Siempre nos hemos sentido más cómodos en grupo. Menos mal que en Madrid tenemos pocos adoquines.

miércoles, 18 de mayo de 2011

Viena



"Se aprende más de música viendo a Mahler vestirse que acudiendo a clase al conservatorio"

La frase la pronunció Arnold Schonberg intentando reivindicar a un genio incomprendido en su época, pero cuya valía el tiempo ha acabado demostrando. Una de esas luminarias siempre por delante de todo. Hoy se cumplen 100 años de la muerte de Mahler. Buena excusa para recordarle, y recordar su música. La canción de arriba debe ser una de las cosas más bellas que ha creado nunca la humanidad.

martes, 10 de mayo de 2011

Las horas del día

Madruga (a las 5.45). No desayunes, que no te da tiempo. Chúpate un atasco. Pasa 8 horas delante de una pantalla de ordenador. Chúpate otro atasco. Come a las tantas. Sufre (en vano) en el gimnasio. Estudia, que aún te quedan un par de asignaturas para acabar la carrera. Mira las fotos que ha subido. Mira qué cariñosa está con ese gilipollas. Acuéstate, a ver si hay suerte y hoy superas las 5 horas de sueño. Y reza para que este finde no te salga plan y al menos no tengas que consumirte bebiéndotelo en algún bar de mierda entre gente que no parece vivir ni en el mismo planeta que tú.

Tantos filósofos buscando durante siglos el sentido de la vida. ¿De verdad creen que tiene algún sentido? Al menos nos queda el cine. Si la vida no tuviera finales a lo Chaplin no merecería ser vivida. Y últimamente sólo veo finales a lo Jarmusch.

lunes, 25 de abril de 2011

Sueños



La nostalgia es una cosa curiosa. Uno tiene recuerdos no necesariamente agradables que, cuando vuelven mucho tiempo después, producen una extraña sensación de alivio. Pasa también con la música. Mis padres nunca fueron especialmente inquietos intelectualmente, pero aunque sólo sea porque son suficientemente viejos solían tener por casas muchos discos a tener en cuenta. Sin embargo, por rechazo a los progenitores, por inmadurez o simplemente por prejuicios siempre permanecía al margen de toda aquella música que había conocido de niño. También parte de culpa tuvo que ciertos grupos decidiesen dilapidar sus carreras triunfando con música sin sustancia que de alguna forma tapaba la calidad de los discos estupendos que publicaron antes.

Para mí, Simple Minds eran sólo los responsables de aquella estúpida (Don’t You Forget) About Me, que The Human League habían acabado con las guitarras y Gary Numan era un hortera sin remedio. Y resulta que, dejando atrás los prejuicios, uno descubre que el primer synth pop tenía más que ver con el mejor post-punk que con las tonterías de mediados de los 80, que Simple Minds eran unos genios cuando nadie les conocía y que ABC inventaron a Pulp 10 años antes con su maravilloso debut.

Pero los casos más curiosos han venido de dos bandas que conocía precisamente por sus picos artísticos. El otro día descubrí por casa de mi padre el Architecture & Morality de los OMD en vinilo, y entendí por qué me vinieron a la cabeza tantos recuerdos al oírlo por primera vez, hace poco, y darme cuenta de que esa banda de la que siempre había huido habían facturado parte del mejor pop que he oído nunca. E igualmente extraño fue recuperar un discos de grandes éxitos de Fleetwood Mac que siempre había estado entre mis cds y encontrarme que aquellas cancioncillas que recordaba con sorna eran realmente un puñado de temas emotivos y melancólicos. Puede que esté empezando a derribar prejuicios. O que, simplemente, la vida me haya enseñado a escuchar atentamente el sonido de mi soledad.

domingo, 27 de marzo de 2011

Ladies and Gentlemen We Are Floating in Space



Este disco no es un disco, es un estado de ánimo. Un estado de ánimo que nunca es deseable, pero muchas veces acaba siendo inevitable. Este disco es el rincón de los corazones rotos y los sueños imposibles, el de los posos de amargura que se instalan en el fondo del alma y no pueden más que ser tapados con una sonrisa. Es darse cuenta de que no somos los elegidos ni los únicos, sino sólo un puñado de nada en medio de un vacío infinito. Es agarrarse a una adicción, a un sueño, a cualquier cosa que permita olvidarnos de la realidad. Una de las obras maestras más bellas y dolientes de la música contemporánea.

martes, 8 de marzo de 2011

El apartamento (Billy Wilder, 1960)

Hay cierta frase repetida hasta la saciedad que dice aquello de que, con esfuerzo y deseándolo mucho, uno puede conseguir lo que quiere. Siempre me ha parecido una frase horrible, y no sólo porque la vea como una excusa para culpar a las personas de todos sus problemas, o porque sea totalmente falsa (la suerte y la capacidad de cada uno suelen jugar un papel mucho más importante que el esfuerzo). Me parece horrible, sobre todo, porque muchas veces para conseguir lo que se desea puede ser necesario realizar ciertas cosas que nunca se deberían hacer. Ya lo decía Woody Allen, “la gente buena duerme bien por las noches, pero los malos parecen pasarlo mucho mejor durante el día”. Y hay gente que prefiere ser buena y condenarse a la tristeza antes de hacer lo que no deben para conseguir su felicidad, antes que pisotear a los demás, que vender la dignidad o que olvidar todo lo que les convierte en un ser humano, en un mensch. Y lo peor de todo es que a esas personas nuestra sociedad llama perdedores.

El apartamento es probablemente la película más lúcida, sincera, triste y romántica del siglo XX. Sorprende ver cómo, 50 años después, esas miserias que forman la base de nuestra sociedad y que tan bien retrata no sólo siguen ahí, sino que además no han hecho más que aumentar y extenderse. La cultura del éxito que denunciaba se ha convertido en la religión que mueve el mundo. Las personas cuentan menos que nunca. Y sigue habiendo aprovechados y gente de la que se aprovechan. Y lo peor es que estos saben que se están aprovechando de ellos y no son capaces de hacer nada. Y entre medias uno admira una de las historias más románticas que ha dado el cine. Con Lemmon me pasa como con Maistroianni. No hay técnica, es todo pura humanidad. C.C. Baxter es el espejo en el que por desgracia nos vemos reflejados muchos de nosotros, todos aquellos que han, que hemos, perseguido ilusiones imposibles, todos aquellos que han visto como su Miss Kubelik pasaba de largo llevándose su corazón desquebrajado entre sus mano, y han pensado que podían olvidarlo dedicándose a encerrarse en casa, calentando una cena precocinada, y, por supuesto, controlando el mando a distancia.

El apartamento es la vida. Y aunque la vida siga siendo una mierda, mientras existan cosas como El apartamento habrá valido la pena vivirla. Una maravilla.

“Yo solía vivir como Robinson Crusoe. Un náufrago entre 8 millones de personas. Y entonces, un día, encontré unas huellas en la arena, y allí estabas tú”

miércoles, 5 de enero de 2011

La vida de bohemia (Aki Kaurismäki, 1992)

Decía Oscar Wilde que los verdaderos artistas escriben sobre la vida que no pueden tener. Y luego estamos los que ni podemos tener la vida que queremos ni tenemos ningún talento para escribir, o componer, o pintar. Los artistas sin arte, que diría Burt Lancaster en “Los profesionales” (película para reivindicar, enmarcar, adorar y conservar como una auténtica joya, por cierto). Y no nos queda más que vivir a través del arte que crean otros. Sentarnos delante de la tele, poner el dividí y olvidarnos durante 100 minutos de toda la mugre que hay fuera de esa pantalla.
Por ejemplo, los 100 minutos de “La vida de bohemia”, obra clave en la carrera de Aki Kaurismäki y primera peli que veo del afamado finlandés. 100 minutos que superen con creces todo lo que ha ofrecido la vida durante los últimos 365 días. Ese cuento sobre desheredados, románticos e idealistas, que se convierte en una cápsula repleta de humanidad, de amor, de ternura, de tristeza. De vida. En perfecto blanco y negro, sembrado de esas gotas de humor lacónico, ese ritmo pausado y esa afición a los fundidos en negro que parecen la forma en que Kaurismäki le devuelve a Jarmusch el guiño que le hizo en la última historia de “Noche en la tierra”. Tres extraños en un paraíso de buhardillas destartaladas y vino barato. Louis Malle haciendo de gentleman. Samuel Füller con sus malas pulgas habituales. Jean-Pierre Léaud haciendo nada excepto recordarnos al inmortal Antoine Doiniel. Esa gloriosa coña sobre la música contemporánea. Un lugar en el que refugiarse y disfrutar, antes de que las luces se enciendan y nos devuelvan a la realidad más mundana. La magia del cine. Una película preciosa.