jueves, 4 de junio de 2015

Crónica del Primavera Sound 2015

Otro año que pasa, otro Primavera Sound que acaba y otra crónica que escribimos. A priori, este 2015 (que marca el décimoquinto aniversario del festival) tenía una programación algo más flojo, con pocas cabezas de cartel claras y sin ningún concierto “épico” a la vista. Por suerte, además de relajar algo la tensión de los horarios y evitar en buena parte los dolorosos solapes (aunque doloroso fue no poder ver a Battles y Health), también ha ayudado a que los que han venido hayan cumplido en general a muy buen nivel. No ha habido grandes decepciones (lo malo era realmente esperable) aunque tampoco ninguna revelación. En su lugar, lo que hemos tenido es tres días de buenos conciertos y bandas sólidas demostrando su buen hacer.


Lo mejor

· The Replacements: para unos cuantos, esete redactor incluido, este era el verdadero plato fuerte del festival. La banda más icónica de aquella imprescindible movida underground americana de los ochenta, qué tan bien retrataron ellos mismos en su himno “Left of the Dial”, los Replacements también pueden presumir del directo más legendario, dónde la energía punk de sus orígenes sólo solía ser comparable con su nivel de alcohol en vena. Por eso su vuelta era también la mayor incógnita, tras casi 25 años sin tocar juntos y con sólo dos miembros originales (Paul Westerberg y Tommy Stinson) enrolados. Las dudas desaparecieron en cuanto Westerberg acometió los rasgueos y berreos de Takin’ a Ride (primera canción de su primer disco, para empezar) a la que siguió hora y cuarto de energía pura y cruda, sonido inmaculado y muchas canciones. Sobre todo canciones. Sonaron los grandes clásicos (Bastards of Young, My Favourite Thing, Alex Chilton, Colour Me Impressed…), alguna sorpresa agradable (Tommy Gets His Tonsils Out, Achin’ to Be) y un par de versiones brillantes de los Jackson 5 y Chuck Berry. Y según salían a acometer el bis y Westerberg derribaba de una patada su micrófono, uno veía en ese acto de rabia la venganza furiosa de una banda, y toda una escena, que lograron ganar la batalla de los ochenta para perder finalmente la guerra contra el rock corporativo con el que intentaron acabar (sólo hay que ver lo que se oye hoy en día en cualquier radio de “rock” para ponerse derrotista al respecto). Por eso, más que nunca, los Replacementes no sólo son contingentes sino necesarios. Los grandes triunfadores.

· Ride: otra banda de culto, esta de los primeros 90, que volvían casi casi ex profeso (el del Primavera fue el primer concierto de reunión que anunciaron) y sobre los que se mezclaba la incertidumbre con la expectación. El shoegaze se llamó así por la tendencia de sus grupos a pasarse los conciertos quietos y mirando al suelo (no a los zapatos sino a las pedaleras de efectos). En aquella escena, Ride siempre barrieron con un directo salvaje y activo, dónde la densidad de sonido se unía a una actitud puramente setentera y unas canciones donde el shoegaze se mezclaba con rock stoniano, armonías vocales robadas a los Byrds y post-punk de estadio à la The Cure. Por supuesto, todo esto antes de que el condenado britpop apareciese y la banda decidiese difuminar su identidad en vanos intentos de plagiar a Oasis. Por suerte, los Ride que pasaron por Barcelona correspondieron a su primera encarnación y regalaron el concierto más potente y contundente del festival, con un repertorio impecable y casi casi copiando la experiencia (y el setlist) de sus directos de antaño, empezando por Leave Them All Behind y acabando con Vapour Trail, Drive Blind (interludio de ruido puro incluido) y Chelsea Girl. Y no, no faltaron Seagull, Like a Daydream, Taste o Dreams Burn Down. Una delicia.

· Swans: parece casi obsceno volver a escribir de Swans tras verles en directo por tercera vez y ser tan friki de la banda como para aparecer como “Productor Ejecutivo” en los créditos de su último disco (la historia es verídica, podéis buscar mi nombre en el libreto). Pero Swans son mayormente la mejor banda de “rock” (las comillas no entran en vano) del momento, como atestiguan sus tres últimos discos y un directo arrollador y siempre distinto. Su propuesta es muy personal y nada fácil: uno debe saber que se va a encontrar ante monolitos de media hora basados en ritmos rígidos mimetizados en maquinaria industrial, disonancia, ruido puro y aullidos de otro mundo. “Rock” se entrecomilla porque lo que hacen Swans es usar instrumentación de rock para crear una música que más bien usa estructuras y composiciones propias de la música contemporánea (Ligeti viene inevitablemente a la mente) y un impacto y agresividad más bien sacada del mejor metal. Una experiencia diferente y difícil, pero siempre gratificante.


Lo bueno:

· Tori Amos / The Julie Ruin / Sleater-Kinney: si había una temática en el cartel de este año era el de las mujeres. Parece que al Primavera, como al pasado festival de Cannes, le reprocharon la poca presencia femenina en el cartel y decidió redimirse trayendo a algunas de las grandes leyendas del feminismo musical. Por allí pasó Patti Smith, a la que no pude ver por problemas de horario pero de la que todos los cronistas han hablado maravillas. Sí que pudimos ver a Tori Amos, musa de todo lo alternativo, dejando boquiabierto al público a media tarde y la única ayuda de su(s) piano(s). A The Julie Ruin, activismo lo-fi en un concierto lleno de energía y mensaje. Y a Sleater-Kinney, la gran banda de aquel riot grrrl de los 90 que, tras un parón de casi una década para dedicarse a algo tan poco punk como formar una familia, han vuelto con discazo y un directo enorme. A seguir así. Para el año que viene queremos a Kate Bush y PJ Harvey …

· Sunn O))): si hay un grupo actual “difícil” es esta banda de amantes del feedback que se suele catalogar dentro de la extraña etiqueta drone doom metal. O sea, acordes de guitarra repetidos hasta la saciedad con la distorsión al 11, acoples y disonancia a tutti y algún que otro ruido gutural por cantante entre medias. Su propuesta es muy particular pero su directo se ha convertido en un espectáculo inmaculado, con una parte visual muy llamativa y un sonido directamente masivo. No es un concierto que repetiría a diario, pero sí una experiencia impagable.

· Einstürzende Neubauten: otra de las leyendas que pasaban por el festival y que no lo tuvo fácil. Les tocó lidiar con el fútbol, el escenario de peor sonido y una duración muy limitada (cosas con las que su líder, Blixa Bargeld, no ocultó su malestar). Y respondieron con un puñado de canciones de ese pop embrujado que llevan practicando desde hace tiempo usando como materia prima mayormente cualquier cosa que tengan a mano, ya sean tuberías de PVC, tornillería varia o una turbina de gas. Un concierto inmaculado cuya peor parte fue saber a poco, en duración y en sonido.

· Spiritualized: Jason Pierce lleva ya más de dos décadas difundiendo su rock mesiánico y el callo se nota: su directo es uno de los más sólidos y fiables de la actualidad. Si lo unes a una banda estupenda y un repertorio lleno de joyas (oímos Shine a Light, Electricity, Soul on Fire o Walking with Jesus, palabras mayores) el resultado no puede salir mal. Falló una vez más el sonido, gracias a ese escenario ATP que por alguna extraña razón siempre tiene el mejor cartel pero el sonido más pobre.

· Mercromina: no sólo de reuniones anglosajones vive el festival; no hay duda de que estos señores de Albacete han vuelto poco más que por explotar económicamente la nostalgia, pero su cancionero es irreprochable y su directo explota perfectamente esa mezcla de ruidismo melódico y arreglos suntuosos que tan buena consideración les dio hace ya unos tres lustros. Sólo un pequeño pero: no hace falta tocar tan alto. Todavía me duele el oído izquierdo…

· Underworld + Caribou: la electrónica festivalera suele ser poco más que un señor con grandes auriculares alrededor del cuello agitando las manos. Por eso siempre agrada ver a grupos de electrónica que dedican sus directos a mostrar sus armas más allá de tanta maquinita. Cierto que Rick Smith se pasó todo el concierto de Underworld parapetado tras sus teclados, pero Karl Hyde no paró de cantar, bailar o agarrar el bajo y la guitarra mientras tocaban integró Dubnobasswithmyheadman, que es sencillamente uno de los tres o cuatro discos de techno más importantes de siempre. Y un poco después, y como fin de fiesta, Caribou demostraban que ya no son simplemente el proyecto de pop electrónico de Dan Snaith sino una banda completa, orgánica y potente capaz de mostrar una nueva dimensión a la música de baile a base de pegada, precisión y un irresistible toque de pop melancólico que inunda todo lo que hacen. Un final brillante para el festival.


Lo malo:

· Belle & Sebastian: me duele meterles aquí siendo, como son, una de las bandas de mi vida, pero lo cierto es que en el último par de discos los de Glasgow han ganado público, popularidad y universalidad perdiendo por el camino buena parte de la magia que les hizo tan especiales. Y el concierto que dieron no hizo más que afianzar esa sensación: todo excesivamente limpio, bonito y predecible, buscando más agradar que convencer. El repertorio tampoco ayudó (sólo al final pudimos oír cosas como Get Me Away I’m Dying o The Boy with the Arab Strap). Una pena.

· The Strokes: sería la gran decepción del festival sino fuese porque, personalmente, a estas alturas poco podía esperar de un grupo que lleva más de diez años sin hacer un buen disco y que, para empezar, nunca fueron realmente tan buenos. Frente a la sobriedad de, por ejemplo, unos Interpol (que también tocaron en Barcelona pero por desgracia no pude ver), los Strokes siempre vendieron más pose y actitud que música, y su directo no hace más que confirmar esa sensación. Un concierto desganado y aburrido, entregado a la dinámica canciónviejaentrecancionesnuevasparaqueelpúbliconohuya que, aun así, fue probablemente el más masivo del festival. Cosas de modernos.

· The Black Keys: no se debería juzgar un concierto que no se ha visto, pero necesito rellenar esta parte de la crónica y tampoco es que me resulte difícil criticar a esta banda. Los Black Keys son otro ejemplo perfecto del mesianismo roquero actual: banda maja (pero sólo maja) elevada a los altares por cierta prensa musical molona y buena parte del público, con especial predilección entre aquellos talibanes que siguen defendiendo que el rock (pero sólo el rock retrógado y convencional, eh) es la única “música de verdad”. Lo cierto es que mientras tocaban los Black Keys yo andaba cenando aprovechando que la zona de comidas estaba vacía (fue el otro concierto masivo del Primavera) y, según la prensa, todo lo dicho sobre los Strokes se aplica también a estos señores. Malos tiempos para ese rock bigger tan life…


· La organización: ya se lleva tiempo diciendo que el Primavera se ha vuelto demasiado grande y acaba cayendo en decisiones discutibles. Una vez más, la distribución de escenarios fue complicada (y el sonido en alguno de ellos, especialmente ATP, deficiente) y el Hidden Stage volvió a convertirse en pesadilla (para hacerlo más divertido, las entradas se recogían justo a partir de la misma hora en que abría el recinto, así que los cien metros lisos eran obligatorios). Además, programaron antes del jueves algunos conciertos muy interesantes (mis OMD, para empezar) que no repitieron durante el festival. Y la cerveza subió de precio y bajó de cantidad. Y los mochilaman que la venden en medio de los conciertos me siguen pareciendo una falta de respeto a los artistas y su música. Y de lo de poner una pantalla gigante en el recinto para ver el partido del Barsa ni hablamos… En fin, problemas del primer mundo.