domingo, 10 de septiembre de 2017

Capitalismo (una historia en tres partes)

PARTE 1: Anoche
Anoche iba hacia el metro de Tribunal para volver a casa cuando, en la confluencia de Valverde y Colón, vi una camiseta en un escaparate que me llamó especialmente la atención. No pude evitar la tentación de buscar posteriormente la tienda en internet; resultó ser una franquicia de ropa, llamada Dear Tee, en cuya web definen unos principios muy reveladores respecto al estilo y tipo de público asociado: “Dear Tee apoya y se considera parte del Slow Fashion Movement…. Dear Tee cree en el valor de la expresión de la personalidad de uno mismo a través de las prendas que usa para vestirse… Dear Tee va más alla del look chic, quiere ofrecer prendas que puedan recuperar el sentido artístico del vestir…” En sus campañas publicitarias, nombres de personalidad tan acusada como Patricia Conde y Cristina Pedroche. La camiseta en cuestión era su camiseta Flipper. En la descripción de la misma: “Si te gusta elaborar looks llamativos y diferentes ¡esta es tu prenda sin duda alguna! El nombre del famoso delfín se complementa con un dibujo de un tiburón con la boca abierta, graciosa contraposición. La caricatura parece estar hecha por los más pequeños, con lo que aumenta mucho el atractivo de la prenda… Está diseñada en España

PARTE 2: Kurt Cobain
Kurt Cobain es y será siempre un incomprendido. Para empezar, a sus Nirvana los colocaron en el gueto del grunge; error manifiesto. El grunge era un movimiento “rock”, la base de Nirvana era el punk. Y Cobain encarnaba el mejor tipo de punk americano de los 80, el culto adorador de todas las bandas del underground que pasaron aparentemente sin pena de gloria en su día pero acabaron erigiéndose en influencias clave para la música que vendría después, principalmente todas las cosas indie.
Cuando fichó por una multi, Cobain no pretendía venderse; al contrario, su plan original era utilizar el poder publicitario y la visibilidad que le facilitaba el dinero corporativo para promover esa música minoritaria que adoraba. Siempre pensó que falló: cuando se suicidó, una de las razones que se esgrimió fue cómo se vio traicionado por el sistema al ver que sus buenas intenciones fueron pervertidas, ya que en vez de conseguir que el underground asaltara la música comercial, fue la industria musical la que absorbió la superficie del underground (su look “chic”) y aplastó toda la esencia y la sustancia. (Las drogas y Courtney Love también ayudaron, vale, pero eso es otro tema.)
Lo cierto es que lo anterior es cierto, pero también es cierto que Cobain ayudó a sacar del oscurantismo a muchas bandas legendarias: yo personalmente le debo a los Meat Puppets, pero la larga lista incluye también a gente como los Melvins, Mudhoney, los Vaselines, Half Japanese e incluso, en buena parte, Jesus Lizard y Sonic Youth. Y sí, también Flipper, cuyo nombre se hizo popular en los noventa debido a una camiseta hecha a mano con su logo que Kurt Cobain lució en varias apariciones públicas de la época.

PARTE 3: Flipper
Flipper son una de las bandas más importantes del punk americano. Nacidos a finales de los setenta en uno de los epicentros del hardcore (San Francisco), enseguida se convirtieron en una de los grupos más personales de la escena: mientras sus compañeros basaban su música en la velocidad y el chiste fácil, Flipper ralentizaron el ritmo, retorcieron las guitarras y dieron varias toneladas extras al bajo creando un sonido denso, agobiante, esquizofrénico y más pesado que cualquier otra banda punk, inventando de facto tanto el sludge metal como el noise rock y convirtiéndose en uno de los nombres seminales del punk moderno, cuya influencia ha iluminado a los Melvins, Black Flag, Jesus Lizard o Nirvana. En palabras de Henry Rollins: "They were just heavy. Heavier than you. Heavier than anything...When they played they were amazing".
Aparte de su sonido, Flipper siempre fueron fieles a la filosofía punk más radical. Vivían al día, giraban sin parar, hacían apología constante del alcohol, las drogas y las enfermedades venéreas. Tres de sus bajistas murieron de sobredosis. Y, por supuesto, no vendían merchandising. Por eso sus fans empezaron a lucir camisetas hechas a mano con su logo, como expresión máxima de pasión por la banda y de la filosofía DIY que caracteriza el punk. Como la que se hizo Kurt Cobain. Como la que vende Dear Tee.
Y he aquí que acaba nuestra historia. ¿La moraleja? Da igual que te vendas o no al capitalismo, cuando quiere algo de tí te lo va acabar arrebatando. Va a coger todo lo bello y especial de este mundo y lo va a pervertir y blanquear hasta que la banda de punk más salvaje y desagradable de siempre se convierta en una graciosa caricatura de consumo masivo para jóvenes con poca personalidad y mucho dinero de papá en los bolsillos.
…aunque, por otra parte, quizás no sea tan malo. Al fin y al cabo, todo lo anterior también ha servido para que ahora mismo esté compartiendo este llenapistas en la portada de cuyo single apareció por primera vez el logo en cuestión. Y para que miles de millenials promocionen sin querer uno de los sonidos más gloriosamente disonantes y vomitivos de siempre. Porque, pase lo que pase, FLIPPER RULES.