viernes, 8 de agosto de 2008
sábado, 19 de julio de 2008
Zoo (A Zed & Two Noughts)
Esta “A Zed & Two Noughts” (en España simplificando, como siempre) es probablemente la película menos conocida de la primera etapa del pintor metido a cineasta Peter Greenaway, uno de esos tipos raros, raros. Y es curioso, porque tiene todos los elementos por los que las primeras películas de Greenaway son tan amadas (y odiadas): un argumento truculento, las tendencias hacia la no-narración y la destrucción de la trama tan del gusto del director británico, su obsesión por la pintura (en este caso el objeto de deseo es Vermeer), sexualidad grotesca, cuerpos en descomposición..., aunque en un formato realmente más accesible de lo que acostumbra, quizá básicamente por el humor negro que destila constantemente.
En este caso la trama involucra a dos biólogos gemelos desconcertados por la muerte en un accidente de coche, cisne incluido, de sus mujeres, accidente en el que una tercera mujer perdió una pierna. Mientras se dedican a tragarse los 8 episodios de una serie sobre la evolución de la BBC, intentando encontrar en ella el significado de su situación (“...desde que hace 400 millones de años apareció la vida en la tierra hasta que mi mujer murió intentando esquivar un cisne...”) los gemelos empiezan a cultivar una fijación malsana por la descomposición de los organismos, se enamoran simultáneamente de la mujer amputada y empiezan a liberar animales del macabro zoo en el que trabajan. Un panorama desasosegante y enfermizo que una vez más contrasta con el impecable apartado técnico en que envuelve el film, planeando cada encuadre como si fuese un cuadro y reservando sus gloriosos movimientos de cámara para las escenas clave, todo ello inmerso en la soberbia fotografía del gran Sacha Vierny y el excelente score (uno más) de Michael Nyman. Todo esto hacen de “A Zed & Two Noughts” una propuesta tan radical y extraña como el resto de la filmografía de Greenaway, pero también una de sus películas más sorprendentes y divertidas y, por qué no, un buen punto de iniciación para todo aquel curioso por saber de qué va la filmografía de este peculiar galés.
Nota: 8,0
martes, 15 de julio de 2008
Portishead - Third
Tras una breve intro en portugués, Third arranca en modo Faust con Silence, una orgía de ritmos tribales y distorsiones varias sen la que la icónica voz de Beth Gibbons tarda más de tres minutos en entrar, dando pistas de que esta vez la cosa ha cambiado. En Hunter vuelve la nocturnidad tan característica del grupo, pero en formato caótico, con guitarras, percusión y teclados entrando y saliendo anárquicamente de la mezcla. Nylon Smile podría haber salido de un disco de Bark Psychosis, mientras que The Rip, con mucho el momento más bello del disco, es un tema que recuerda a los momentos más intensos del In Rainbows de Radiohead: sin estructura, construida en torno a un teclado delicado y una guitarra lejana, y que no para de ganar intensidad hasta que revienta en su preciosa parte final con la entrada de un ritmo motórico y una línea de bajo sintetizado que toman el relevo a la maravillosa voz de Beth Gibbons. Es la nueva Roads, sin duda. Plastic es probablemente lo más cercano a sus anteriores discos, aún estando lejos de poder ser etiquetado como trip-hop, mientras que We Carry On suena a Portishead jugando a ser los Sonic Youth de Sister, incorporando el pasaje guitarrero más salvaje que han grabado nunca a una base creada, una vez más, por un ritmo tribal robado a Faust y una línea de bajo distorsionado realmente abrumadora.
Nota: 9,5
jueves, 1 de mayo de 2008
The Rip
lunes, 14 de abril de 2008
New Grass
sábado, 8 de marzo de 2008
El asesinato de Jesse James por el cobarde Robert Ford
Conseguir mantener a un espectador pegado a la pantalla dos horas y media no es fácil. De hecho, este western revisitacional y desmitificador no es un film nada fácil. Y nada habitual en estos tiempos. Entre tanto ruido, prisa y brusquedad que ofrece la mayoría del cine actual, el neozelandés Andrew Dominik ha realizado una película calmada, contemplativa, reflexiva, una obra que recompensa al espectador paciente y cinéfilo que disfruta perdiéndose entre los paisajes devastados del film. Pero también una película con fuerza narrativa y mucha tensión. Y con algo que contar.
Este asesinato de Jesse James juega en contra de la mayoría de los elementos del western clásico. Aquí los tipos duros no son tan duros, ni tan mugrientos, ni tan hábiles. Y los buenos tampoco son tan buenos, ni los mitos tan mitos. Al principio tenemos a ese Jesse James radiante, afable, tendiendo la mano a un joven y entregado Robert Ford. Roban trenes, se reparten el botín, se despiden. Pero las cosas empiezan a cambiar. Y mientras la cámara flota por los devastados paisajes por que transcurren estos forajidos terminales la tensión crece, acompañada por la música creada por Nick Cave y su violinista Warren Ellis. Y va siendo más palpable la decadencia de un oeste devorado por su propia naturaleza. Y ya nada pinta tan bonito. El idealizado Jesse James se va mostrando poco a poco como poco más que un criminal violento y cruel, alguien que no duda en disparar por la espalda a sus compañeros para salvaguardarse a sí mismo. Alguien que trae inquietud a todo lugar donde esté, alguien temido y ya nada afable, una persona que poco a poco va dándose cuenta de la degradación de la vida que ha elegido y de sus actos, y que se ve consumido al ser consciente de su forma de ser y deseando huir de sí mismo constantemente. Y en el entusiasta Robert Ford se abre una brecha que le mete en la espiral de degradación moral de todo lo que rodea, perfectamente trazado por la gran interpretación de ese frágil y nervioso Casey Affleck, que este año se ha revelado como algo más que el hermano de aquel. Dos personajes que se complementan y guían una película intensa y perfectamente dirigida por un tipo mayoritariamente desconocido que se ha sacado de la manga un estupendo western crepuscular y casi onírico.
El asesinato de Jesse James por el cobarde Robert Ford es lo más cercano a lo que saldría si Terrence Malick hiciese un western. Y, como en toda película de Terrence Malick, tenemos esa voz en off que nos guía a través de esta lenta y calmada, que no aburrida, experiencia preciosista por el último oeste, soberbiamente captado e iluminado por Roger Deakins. Y es tan bella, tan intensa y tan visceral como cualquier obra de Malick. Y, por supuesto, es un film estupendo. Un film para degustar.
Nota: 8,5