“Theo: Escucha Matthew...
Matthew: ¿Sí?
Theo: Tú eres un gran cinéfilo.
Matthew: Sí.
Theo: ¿Y por qué no ves a Mao cómo un gran director, haciendo una película con millones de actores, con sus miles de guardias rojos marchando juntos hacia el futuro con el pequeño libro rojo en la mano? Libros, no armas. Cultura, no violencia ¿No crees que sería una magnífica película épica?
Matthew: Supongo, pero… Es fácil decir “Libros, no armas”, y no es cierto. No son libros… Es Libro, un libro… Sólo es un libro.
Theo: ¡Cállate! Hablas igual que mi padre.
Matthew: ¡No, no! No, escúchame. Esos… Esos guardias rojos, a los que admiras, llevan todos el mismo libro, y cantan las mismas canciones y repiten como loros las mismas consignas. En esa gran película épica, todos ellos son extras. Da miedo. Me pone la piel de gallina. Siento decirlo, pero, para mí, hay una clara contradicción.
Theo: ¿Por qué?
Matthew: Porque si de verdad creyeras lo que estás diciendo, estarías fuera.
Theo: ¿Dónde?
Matthew: Ahí, en la calle.
Theo: No sé a qué te refieres.
Matthew: Sí, lo sabes. Está pasando algo, algo que podría significar algo importante, que podría hacer que las cosas cambien, incluso yo lo noto, pero no estás fuera. Estás dentro conmigo bebiendo vinos caros, hablando de cine, hablando de… maoísmo, ¿por qué?
Theo: Ya basta.
Matthew: No, dime por qué.
Theo: Basta.
Matthew: Pregúntate por qué. Porque no crees en ello de verdad. Te compras la lámpara y pegas los posters en la pared, pero no creo que…
Theo: Hablas demasiado..."
Mayo del ’68 explotó cuando a unos estudiantes se les prohibió entrar en una residencia femenina. Cada vez veo más paralelismos. Miro a mi alrededor y veo a los mismos protagonistas. Renegando del mundo desde sus residencias, sus pisos de estudiante. Lanzando adoquines entre vino y música. Gente ensimismada en su vida de comodidades protestando contra que el mundo que necesitan para seguir siendo lo que son. Las consignas cansadas de la izquierda indisoluble, paso a paso. Exactamente como la lucidez de Bertolucci describió.
El mundo no lo gobiernan los políticos. Lo gobierna el dinero. Las grandes corporaciones. El mundo del 2011 es similar al de 2000 o 2006. El sistema es el mismo. Lo único que ha cambiado es la coyuntura económica. Ahora hay poco dinero, y la gente ladra. Cuando lo había nadie protestaba. Vivíamos en la misma podredumbre pero la consentíamos, porque nos permitía vivir como reyes. Ahora no podemos y gritamos. Mañana la economía se recuperara y volveremos a callar, por si acaso. El mundo se cambia entendiendo lo que de verdad significan las palabras justicia, democracia, libertad, dignidad, humanidad, no mentándolas sin parar. Actuando como revolucionarios, no jugando a serlo. El mundo se cambia de forma individual. Pero esa es una pelea invisible. Y a nadie le gusta ser diferente. Siempre nos hemos sentido más cómodos en grupo. Menos mal que en Madrid tenemos pocos adoquines.