Una de las amargas victorias que podemos atesorar en este implacable
sistema capitalista es que, muy a su pesar, la historia al final realmente la
escriben los perdedores. Y en música, aún más. Las estrellas comerciales mueren
y llenan telediarios, periódicos y tabloides, como imprescindible paso previo
al olvido y la irrelevancia. Dudo mucho que pase lo mismo con Mark E. Smith,
líder, único miembro permanente y mayormente todo (“… si es Mark E. Smith y tu
abuela tocando los bongos, es The Fall”) de una de las grandes bandas de la música
contemporánea, fallecido ayer a los 60 años. Dudo que su cara (especialmente su cara) aparezca mañana en la
portada de los diarios gratuitos o que las masas acompañen sus restos camino
del cementerio (o la letrina) en que acaben sus restos. No hace falta. Hace tiempo que The Fall dejaron de ser una
banda para convertirse en una institución. Cuando aparecieron en plena eclosión
del punk en el Manchester de los 70 ellos ya andaban en el post-punk, acunando
ese síndrome de Casandra que le acompañaría toda su carrera: The Fall siempre
llegaban a los sitios antes que nadie, pero solían haberse ido cuando el
público empezaba a fijarse en ellos. Tampoco pareció preocuparle. Quizás por
eso en tiempos como estos, tan confusos para lo que un día fue indie y ahora
parece puro mercado, Mark E. Smith era, más que nunca, contingente y totalmente
necesario. Nunca hizo dos discos
iguales, nunca vendió su música, nunca intentó complacer a su público, nunca renunció
a su particular visión del punk (a saber, vive rápido cuarenta años y deja un
cadáver feísimo). Nunca, durante cuatro décadas, dejó de ser el faro más brillante
del indie británico.
Mark E. Smith es una leyenda, y no puedo evitar compararle
con otra de nombre Lou Reed. Al fin y al cabo, los dos fueron anglosajones
feos, malhumorados y excesivos con un talento innato para extraer el lirismo
que esconde la mugre de nuestra sociedad. Y ambos vieron como su música fue
ignorada en su tiempo sólo para convertirse en una influencia casi omnipresente
años después. Porque si la Velvet prefiguró el punk y el underground ochentero,
sin The Fall es difícil imaginar el post-punk, la movida madchester y buena
parte del indie de los 90, con Pavement, Sonic Youth, Blur, Guided by Voices o
LCD Soundsystem debiéndoles media vida en su música. Su legado es tan grande
que elegir sólo una canción para ilustrarlos es imposible. Pero se intentará.
Mark E. Smith se ha ido y The Fall no existen ya. Pero su gruñido
sigue resonando. Siempre iguales, siempre diferentes.