
El apartamento es probablemente la película más lúcida, sincera, triste y romántica del siglo XX. Sorprende ver cómo, 50 años después, esas miserias que forman la base de nuestra sociedad y que tan bien retrata no sólo siguen ahí, sino que además no han hecho más que aumentar y extenderse. La cultura del éxito que denunciaba se ha convertido en la religión que mueve el mundo. Las personas cuentan menos que nunca. Y sigue habiendo aprovechados y gente de la que se aprovechan. Y lo peor es que estos saben que se están aprovechando de ellos y no son capaces de hacer nada. Y entre medias uno admira una de las historias más románticas que ha dado el cine. Con Lemmon me pasa como con Maistroianni. No hay técnica, es todo pura humanidad. C.C. Baxter es el espejo en el que por desgracia nos vemos reflejados muchos de nosotros, todos aquellos que han, que hemos, perseguido ilusiones imposibles, todos aquellos que han visto como su Miss Kubelik pasaba de largo llevándose su corazón desquebrajado entre sus mano, y han pensado que podían olvidarlo dedicándose a encerrarse en casa, calentando una cena precocinada, y, por supuesto, controlando el mando a distancia.
El apartamento es la vida. Y aunque la vida siga siendo una mierda, mientras existan cosas como El apartamento habrá valido la pena vivirla. Una maravilla.
“Yo solía vivir como Robinson Crusoe. Un náufrago entre 8 millones de personas. Y entonces, un día, encontré unas huellas en la arena, y allí estabas tú”
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