martes, 1 de mayo de 2007

Rushmore





A pesar de haber pasado mayoritariamente desapercibido en nuestro país, Wes Anderson se ha labrado en los últimos años un prestigio como uno de los directores más importantes del nuevo cine norteamericano. Su debut, Bottle Rocket (1996), era una medio fallida comedia que, a pesar de su falta de consistencia, ofrecía algunos detalles muy prometedores: el humor absurdo y algo oscuro, la elegancia de las imágenes, lo bizarro de sus personajes, el protagonismo de los hermanos Wilson (Owen y Luke), la gran banda sonora... detalles que dejaban la impresión de que a la película, y al propio Anderson, le faltaba un puntito para destaparse del todo con algo magistral. Ese elemento perdido podría ser, fácilmente, Bill Murray. Uno de los grandes cómicos del pasado, Murray llevaba unos años (desde la magnífica Ed Wood) algo perdido, dando tumbos entre subproductos y apariciones secundarias. Hoy en día ha vuelto a lo más alto, combinando esa unanimidad de crítica y público que ha cosechado con películas como Lost in Translation de Sofia Coppola o Flores Rotas de Jarmusch. Y sí, parte capital en esa recuperación la tiene Anderson y su papel en Rushmore, aunque antes de hablar sobre él habría que hablar un poco de la película en sí.

Rushmore gira en torno a tres personajes. Max Fischer (Jason Schwartzman, sobrino de Coppola, en su debut en el cine), un quinceañero de familia humilde estudiante de la prestigiosa Academia Rushmore, colegio de gente privilegiada al que accedió con una beca y donde disfruta de una posición notable gracias a su pasión por las actividades extraescolares, algo que se ve incompatibilizado con su rendimiento escolar, que siempre le mantiene al borde de la expulsión. Una cita de Jacques Cousteau escrita en un libro de la biblioteca lleva a Max a conocer a la señorita Cross (Olivia Williams), profesora de Rushmore de la que se enamora, sin querer aceptar la imposibilidad de su relación por la diferencia de edad. El último en discordia es Herman Blume (Murray), un magnate industrial padre de dos alumnos de Rushmore que vive en crisis totalmente desencantado con su vida y su familia, y que encuentra en Max un amigo con quien compartir miserias y, poco después, el amor por la misma mujer.

Bajo esa apariencia de comedia romántica de instituto, el guión (del propio Anderson y el actor Owen Wilson) desarrolla una profundidad y emocionalidad enorme gracias básicamente al desarrollo de esos tres personajes, y sobre todo de sus respectivos intérpretes: el antes citado papel de Bill Murray, que consigue llevar toda la desesperación y angustia de un hombre atrapado en su vida a su rostro, con ese estilo lacónico que tan bien le funcionó en Lost in Translation, pero cargando al personaje de una ironía y cinismo en ocasiones casi delirante que demuestra porque es uno de los grandes de la comedia. Sin llegar a su nivel (es difícil), Olivia Williams crea un personaje absorbente y frágil cuyo encanto detona la relación entre los protagonistas y que realmente enamora a cualquiera que vea la película; y el debutante Schwartzman, con su personaje de adolescente excéntrico, autosuficiente y algo repelente que ve cómo su mundo (su “Rushmore”) se desmorona y se ve obligada a pasar a la madurez a base de palos, olvidando sus sueños y grandes aspiraciones y viendo cómo a veces hay que conformarse con lo que tenemos.

Todo esto suena muy dramático, y lo es, pero Wes Anderson logra enterrar esa emocionalidad bajo un humor y, sobre todo, un estilo soberbio que hacen de la película todo un festín visual con sus preciosos movimientos de cámara, el uso magistral de la cámara lenta (¿por qué se usa tan poco en la actualidad?) y la banda sonora, llena de temazos de la British Invasion incluyendo Cat Stevens, John Lennon, The Who o Faces y del score de Mark Mothersbaugh, ex-líder de Devo. En resumen, Rushmore es uno de esos ejemplos de comunión entre diversión, belleza, profundidad e inteligencia que sólo unos pocos elegidos logran, y que la convierte en una de las mayores joyas del cine reciente.

Nota: 9,5

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