martes, 15 de julio de 2008

Portishead - Third

Can. Faust. Kraftwerk. También The Doors e incluso Pink Floyd. Increíble que sean estos los primeros nombres que vienen a la cabeza al oír el nuevo disco de un grupo que siempre había estado ligado más bien a apellidos como Schriffin. Pero es que todo en este Third es realmente increíble. Portishead, la banda que popularizó el hoy ya olvidado trip-hop para después desaparecer por completo del mapa durante, nada menos, 11 años han vuelto con un paseo por el krautrock y el rock psicodélico más primitivo, y el resultado es bestial. Third no es sólo, con mucho, el mejor disco de este año 2008, también es fácilmente uno de los discos más importantes de la última década. El a estas alturas casi legendario trío de Bristol ha vuelto con una obra radicalmente diferente a todo lo que habían hecho antes y a todo lo que se hace hoy en día entregando nuevamente un disco profundamente atemporal y guiado por un afán de experimentación que se hace patente constantemente. Ritmos repetitivos, guitarras ruidosas, sintetizadores rudimentarios, atmósferas enrarecidas y claustrofóbicas. Y en medio de todo la maravillosa voz de Beth Gibbons, que canta en todo momento como si estuviese a punto de romperse.

Tras una breve intro en portugués, Third arranca en modo Faust con Silence, una orgía de ritmos tribales y distorsiones varias sen la que la icónica voz de Beth Gibbons tarda más de tres minutos en entrar, dando pistas de que esta vez la cosa ha cambiado. En Hunter vuelve la nocturnidad tan característica del grupo, pero en formato caótico, con guitarras, percusión y teclados entrando y saliendo anárquicamente de la mezcla. Nylon Smile podría haber salido de un disco de Bark Psychosis, mientras que The Rip, con mucho el momento más bello del disco, es un tema que recuerda a los momentos más intensos del In Rainbows de Radiohead: sin estructura, construida en torno a un teclado delicado y una guitarra lejana, y que no para de ganar intensidad hasta que revienta en su preciosa parte final con la entrada de un ritmo motórico y una línea de bajo sintetizado que toman el relevo a la maravillosa voz de Beth Gibbons. Es la nueva Roads, sin duda. Plastic es probablemente lo más cercano a sus anteriores discos, aún estando lejos de poder ser etiquetado como trip-hop, mientras que We Carry On suena a Portishead jugando a ser los Sonic Youth de Sister, incorporando el pasaje guitarrero más salvaje que han grabado nunca a una base creada, una vez más, por un ritmo tribal robado a Faust y una línea de bajo distorsionado realmente abrumadora.

Punto y aparte para encarar la segunda mitad del disco. Deep Water es lo más extraño en el disco precisamente por ser lo más convencional, una especie nana folk de minuto y medio que funciona básicamente como la calma que precede a la tormenta. La tormenta es Machine Gun, una de las canciones más impresionantes que se han grabado en los últimos años, construida en torno a una base percusiva casi industrial acompañada únicamente por la voz de Gibbons y unos tímidos coros, a los que se une en la parte final una melodía de sintetizador primitivo que suena a Blade Runner, a Kraftwerk y a Terminator, todo a la vez. Una canción absurdamente grande, pero aún quedan tres cartuchos más por gastar. Small, el espíritu de los primeros Doors resucitado, nos lleva hasta la preciosa Magic Doors, otra canción basada en el rock psicodélico sesentero cuyo genial estribillo eleva a una categoría de belleza casi fantasmal. Y cierra Theads, donde finalmente recuperan el trip-hop para darle entierro en una canción oscura, casi elegíaca y perfecta.

Nota: 9,5



1 comentario:

Pierrot dijo...

Hola. De acuerdo en todo. Yo también tenía la sensación cuando lo escuché de que era de lo mejor que había escuchado en mucho tiempo. The Rip mi favorita, con la entrada de batería a la mitad con esa caja de bordonera suelta. El delay tan fuera de ritmo en la primera canción una pasada también. Saludos del Cencerro de Cristal.